No te pones en forma en el sendero. Llevas la forma física que ya tienes y la gastas, una subida, una bajada, un día largo a la vez. Si te quedas sin fuerzas a mitad de camino, no hay una recarga rápida, ni atajo al refugio. He visto a gente partir con emoción en los ojos y una mochila llena de equipo nuevo, solo para ver cómo esa emoción se desvanece para la segunda tarde, cuando cada paso se siente como trabajo. No es que las montañas sean crueles. Es simplemente que sus piernas, pulmones y cabeza no estaban listos para lo que les pedían.
La seguridad al hacer senderismo comienza mucho antes de atarte las botas. El sendero es solo la prueba. El verdadero trabajo ocurre semanas o meses antes, en los pequeños y constantes esfuerzos que construyen la resistencia, la fuerza y la técnica que necesitarás. Si te preparas bien para un trek de refugio a refugio, te das a ti mismo algo más que una mejor oportunidad de terminar. Te das la libertad de mirar hacia arriba, disfrutar del paisaje y disfrutar de dónde estás, en lugar de contar los kilómetros que faltan hasta el final.
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